Sueños
Hay gente que respalda la teoría de que son impulsos nerviosos aleatorios, otros dicen que son las interpretaciones de dichos impulsos durante la fase REM del sueño (Rapid Eye Movement).
Mientras que los científicos buscan una razón anatómica, o física, a los sueños, los estudiosos de la psicología apoyan que los sueños son un espejo del inconsciente, un catalejo hasta nuestras aspiraciones, frustraciones, y miedos.
Los sueños también han aparecido, a menudo, en la espiritualidad de incontables religiones, credos, o filosofías, especialmente chamanísticas-tribales.
Evitando entrar en especificaciones técnicas, el sueño (dormir) se divide en diferentes fases, con movimiento ocular, o sin él. En todas ellas se pueden producir los sueños, escenarios creados a partir de la evocación de hechos pasados o creados a partir de información de nuestro cerebro.
En la fase REM mencionada anteriormente, es donde se producen más sueños. En esta fase REM, el cuerpo queda inmóvil, y sólo los ojos se mueven (sin patrón aparente, por cierto), y se produce en el último tramo del sueño.
Hace poco, llegó a mis manos una información de algo que me pareció sumamente interesante, los sueños lúcidos.
Llamamos sueño lúcido a ese sueño en el que sabemos (mediante muy variados métodos), que estamos soñando.
En el momento en que se sabe que se está soñando, se produce un despertar dentro del sueño, y se entra en estado de conciencia. Es un sueño consciente.
Es un concepto diferente al de sueño estándar, ya que este último es irracional, y se percibe como algo normal, como si fuera una vivencia en vigilia (despierto), y de los cuales no se suele recordar mucha información, o si se recuerda, con pocos detalles, sin orden cronológico aparente.
Cuando se toma conciencia en un sueño, es posible entrar a formar parte de él, interactuar con él. Los que tienen sueños lúcidos a menudo, o tienen la capacidad de tenerlos, se llaman onironautas.
Pero lo que es más importante, antes de eso, ¿Cómo puedo saber si estoy en un sueño?.
Antes de intentar adquirir conciencia onírica, debemos hacer saber al cerebro que los sueños son importantes. ¿Cómo? Recordándolos.
La mente tiende a eliminar recuerdos que no sirven, y eso se traduce en que los sueños suelen ser borrados al cabo de pocos minutos, incluso segundos, de despertar.
Por eso, se debe dedicar unos momentos, al despertar, a apuntar lo que recordemos de los sueños, con todo el detalle posible. Así se induce al subconsciente a asumir que los sueños son importantes, y cada vez se recuerdan con más exactitud. Con la práctica se puede conseguir recordar hasta 5 sueños en una sola noche.
Es útil, también, categorizar los sueños. Suelen haber temas o signos recurrentes que deberían ser localizados, para más tarde poder deducir que estamos dentro del sueño, y producirse el despertar (y sí, sé que suena muy místico y astral).
En el mundo onironauta hay muchas técnicas para tomar conciencia en un sueño, pero cada individuo sueña de una forma diferente, y cada mente, obviamente, es diferente a las demás, por lo que una técnica puede ser tremendamente efectiva para alguien, pero no servir para otra.
Cada uno debe encontrar la más adecuada para él. (Aparte de la gente natural, que les sale de forma espontánea, sólo queriendo soñar antes de dormir)
Más información:
http://es.wikibooks.org/wiki/Sue%C3%B1o_l%C3%BAcido
http://es.wikipedia.org/wiki/Sue%C3%B1o_l%C3%BAcido (no son el mismo)
http://www.suenoslucidos.com/
Personalmente, inicio la fase de recordar sueños, ya que aún no los recuerdo como quisiera, y es importante para empezar la lucidez.
Pensamiento, juicio y llanto
Ella no existe.
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És per omplir, no vull veure la imatge de l'entrada anterior cada cop que entro al meu propi blog.
Los ángeles también tropiezan
Política
Un día encontré a mi mente por la calle, y la invité a un café.
Tuvimos una aburrida conversación en la que cada uno sabía la respuesta de las preguntas que hacía el otro. Luego mi mente me dijo cállate, y yo le dije que no.
Entonces me convertí en un real hipócrita, porque lo que pensaba y lo que hacía era diferente. Y me hice militante.
¡Que te den dos discos duros!
Ojos verdes (nombre provisional)
- Señor, no puede facturar más de
- Vamos a ver, señora… Williams – Dije mirando la tarjeta de identificación que colgaba de la chaqueta azul marino de la rechoncha mujer del departamento de facturación.
- Llevo una maleta que pesa 35 kilos, ¡35! ¡Un número que se acerca peligrosamente a 34! No creo que por 1 kilo más el avión vaya a estrellarse, o algo así.
- Pero la agencia no lo permite.
- Y si yo fuera la agencia no permitiría que alguien tan incompetente como usted trabajase de cara al público. Ni tampoco subirse a un avión, ¡oiga!
No estoy en contra de la gente con sobrepeso, ni mucho menos. Pero estaba en el aeropuerto de Nueva York intentando facturar mi equipaje de 35 kilos mientras el avión que tenía que tomar en menos de 3 minutos estaba a punto de salir.
En un arrebato de desesperación, me puse la mano en la cabeza, resoplando y mirando a mi alrededor buscando la salvación de aquella pesada señora con traje.
Y entonces la vi.
Era una chica preciosa. Tenía unas largas piernas que iban des del suelo hasta una cadera lo justo de ancha para una falda sencilla de color verde que hacía juego con sus ojos. Sus ojos, ¡ay, sus ojos! Fueron mi perdición.
Unos ojos profundamente verdes. Verde oliva, para ser más precisos. Y preciso fue el golpe que me causó esa chica de ojos verde oliva.
- ¿Querría usted dejar de babear y escucharme?
Era la “amable” señora Williams, que rompía la sensual magia que me rodeaba entonces. Le hubiera retorcido el pescuezo hasta que sacase el cuervo que llevaba por corazón.
Se ganó que la ignorase por un tiempo más.
La chica de pelo castaño ligeramente ondulado y de curvas sinuosas parecía algo perdida. Miraba alrededor como si buscase algo. Y en su búsqueda visual topó conmigo, que aún la miraba con cara de bobo.
En ese momento de miradas cruzadas, que duró poco más de una centésima de segundo, el cerebro dejó de dar órdenes al cuerpo. Sólo lo justo para rezar para que no me hubiera visto, porque apuesto a que tenía la cara derretida encima de mi pecho y mi pecho derretido en el suelo. O lo que es lo mismo, estaba enbobado mirándola. Y no creo que diera buena imagen.
En el tiempo que estuve en mi mundo multicolor de felicidad y amor, la dependienta de facturación, la simpática señora Williams, ya se había cruzado de brazos mirándome con cara de Rotweiler al que le han pisado la cola.
- Le doy 100 dólares si deja de molestarme con los malditos 34 kilos y me deja facturar tranquilo…
La cara de la señora Williams se iluminó dejando paso a una expresión de suma simpatía y afabilidad. Por suerte la comida no era lo único que le gustaba a la mujer.
En el tiempo de discusión y de pérdida de saliva por mi parte, ya se había formado una cola espectacular detrás de mí, y toda ella me clavaba sus miradas como lanzas envenenadas lanzadas por chimpancés esquizofrénicos.
Me deshice de mi equipaje y salí de la cola, que aún seguía mirándome bastante mal.
Busqué a la chica de ojos verde oliva, pero se había volatilizado.
Maldije a bastantes cosas maldecibles, entre ellas mis huesos y la señora Williams, tan amable con un fajo de billetes sobre el mostrador.
Me dirigí algo abatido hasta mi puerta de embarque, no sin aligerar el paso.
Fui chocando contra mucha gente antes de llegar a mi destino, y mi maleta de mano me seguía de cerca, chocando contra más gente aún.
Llené el cupón de malas miradas al entrar en el pequeño avión.
Algún gracioso gritó “¡Aleluya!”, y prosiguieron murmuros varios de todo el aeroplano.
Tocaba buscar asiento. De premio por llegar el último y retrasar unos minutos el avión, el peor asiento que podía existir en el aeropuerto. Gracias, mundo.
Me abroché el cinturón y lo puse a mi medida. ¡Qué bien¡ La hebilla estaba medio rota y se desajustaba al minuto.
- Da igual, si tenemos un accidente aéreo vamos a morir todos, tengamos o no puestos los cinturones. Estos cacharros son maléficos.
El avión constaba de cuatro filas de asientos, con el pasillo en medio. Me tocó una silla de la fila de la derecha, tocando al pasillo, a la altura del ala del avión.
Sin dejar de estudiar la hebilla me dirigí a quien quiera que me hablase:
- ¡Qué optimismo, qué alegría, qué tesón! Si tenemos un accidente ya sé a quién guiñarle el ojo primero.
Levanté la vista hacia mi izquierda, al otro lado del pasillo, para conocer la procedencia de la voz que me animaba delante de un poco probable accidente.
Era una viejecilla con cara experimentada y marcada por arrugas que parecían cuevas paleolíticas. Daba la sensación de que si se le estiraba la piel aparecería algún que otro bicho de entre las deformidades cutáneas.
Aún y así, tenía un aura de apacibilidad, como la mayoría de viejecillas que dicen este tipo de cosas. Una imborrable sonrisa y sus consecuentes arrugas de expresión ayudaban a dar esta impresión de ternura.
Le sonreí amablemente y ella se echó a reír.
- ¿A dónde se dirige, joven?
- Si no me he equivocado de avión… voy a Helsinki, al encuentro de un viejo amigo. ¿Qué se le ha perdido a una dama como usted en la capital finlandesa?
- Nada, chico, nada. Era el primer avión que salía cuando vine al aeropuerto. Voy a la aventura, a viajar, a conocer mundo.
Me fijé en el ropaje de la viejecilla. Tenía una pinta de excursionista indisimulable.
- ¡Qué intrépida, usted! Y parece que no le preocupan mucho los accidentes de avión.
- Mira, chico, en estos cacharros tienes muy pocas posibilidades de tener un accidente. Lo cual me tranquiliza. Pero si tienes uno, tienes, también, muy pocas posibilidades de salir indemne. Lo cual me es bastante igual, todos moriremos algún día.
De mayor quiero ser como esa mujer.
- Vaya, vaya, bonita filosofía de vida.
- ¡Claro, hijo! Deberías probarlo, viajar sin rumbo fijo es realmente apasionante.
- Espero hacerlo, señora, espero hacerlo.
En el rato que llevábamos charlando con la mujer, el avión ya estaba en el aire. Al ser pequeño, el despegue no se hizo notar excesivamente.
- El vuelo con destino Helsinki ya está en el aire. Pueden desabrocharse el cinturón, y recuerden, está prohibido fumar dentro del avión.
Era la azafata, que recitaba su poesía una vez más. Me puse los auriculares que había en el reposabrazos y me dormí al poco. La verdad es que me interesan bastante poco las salidas de emergencia que estaba señalando la asistente de vuelo. Como dijo la señora que tenía al lado, vamos a morir todos igualmente.
TO BE CONTINUED...?