I redund with redundancies

I woke up after sleeping, and as I got up, I was standing. 
I was wet after the shower and after dressing up I had my clothes on.

I was no longer at home when I left, and I was at work when I got there.
When I got home I arrived there, and I ate when I had dinner.

Before sleeping, I fell asleep.

Then I dreamt.

Me gusta decir almendra

Es bien sabido que en toda secta, seminario, sindicato, comuna, cooperativa, montón, agrupación o conjunto de frutos o frutos secos hay siempre y en todo caso, un individuo que se acaba calificando de "malo".
Busca bien en tu bolsa de Churrucas recién comprada, hay una pipa mala entre las más o menos buenas.
No, no es discutible; es una constante vital, un axioma.
Éstos son elementos infectos, incomibles, indeseables y nauseabundos, que por estos mismos atributos merecerán una mueca y un "estaba mala", con posibilidad de esputación del mismo, ya convertido en una masa aún más, si cabe, infecta, incomible, indeseable y nauseabunda.

En el momento de escribir esto estoy comiendo almendras crudas. No las saco de su cáscara-armatoste-armadura natural (ésto), pues ya se encuentran libradas de ello, listas para ser degustadas.
Las almendras crudas me parecen más agradables al paladar que las almendras tostadas, y por eso entiendo que marcas de champús quieran usar sus aromas y propiedades en algunos de los productos de sus líneas.

El caso es que, probando el axioma, he identificado, ya en mi boca, una de las temibles almendras malas.
Querría evitar en este punto cometer el error de parecer sentencioso e injusto ante la almendra, pues, teniendo en cuenta lo mala que podría haber sido, no era especialmente mala. Gracias por eso, almendra mala.
No era, en cualquier caso, buena; así que mala será su denominación.

En su maldad debo distinguir unos tintes, unos detalles y contrastes; pues la almendra no estaba podrida, sólo más verde que sus distinguidas hermanas ya sacrificadas por el bien común (o séase el mío; son almendras, no van a solucionar bienes mucho más elevados que éste; seamos realistas), así que sólo tenía un sabor poco tolerable, amargo e intenso.
Lo que me ha llamado la atención no ha sido el proceso de encontrar una almendra mala, pues no es ya, a estas alturas, una sorpresa; sino el hecho de que el sabor de ese particular fruto seco no maduro me ha llevado directamente a la reminiscencia del champú o gel de ducha de almendra.

¿Por qué la almendra mala, la que sabe mal, me ha recordado a otros productos basados en almendras, y no las otras, las que eran perfectamente disfrutables?

Johnson's, ¿es que usas almendras malas para dar esencia a tus productos?
Palmolive, ¿son acaso las almendras malas, las verdes, las de mal sabor, las más buenas para nuestra piel?
Petit Marseillais, ¿no nos quieres lo suficiente para usar almendras buenas de verdad?

¿Son las almendras malas las buenas en realidad, y todas las que nos comemos son las que no son aptas para aplicar a nuestro sacro cuerpo en forma de viscosidades purificadoras?

No puedo dejar de pensar en la almendra mala como la élite almendril, como el 1% de las bolsas de Torra, como un regalo, una concesión divina, un privilegio.
Aún así, también pienso en ella como la almendra paria, la almendra homeless, desagradable y vil.

¿Quién establece la línea de lo estándar: la masa de normalidad, o el tuerto, rey de ciegos?
Quizá los daltónicos no sufren de un defecto, sino que los no daltónicos padecen de percibir el mundo mediante una visión gregaria y noventa-y-nueve porcentista.

No estoy seguro de si la aparición de este fruto elegido ha sido un suceso tremendamente bueno, o tremendamente malo; pero de lo que sí estoy seguro es que ha sido tremendamente algo.


Se han acabado las almendras.
He dejado una que tenía una forma rara.
No esperarán que me coma esa...

Genies of choice

Imagine you encountered a genie.
This genie tells you he will grant you just one wish.
He tells you he will give you the one thing you want most.

There's just one single condition: if you tell him something that it isn't what you want most, he will disappear and you'll never see him again.

This comes with some thoughtful problems:

You have to actually know yourself. For real.
It is easy to tell what you want.
It is difficult, though, to tell what you ultimately want.
What's the filter? How to tell the hierarchy in which you catalogue your desires?
There are desires that are deeper than others, but, which one is the one?
This entails a degree of knowledge of the self of great magnitude, not easy to achieve.

And, what if you told the genie something you didn't actually want that hard? Then, the genie would disappear, leaving no trace.
Would you live through your days knowing you lost the thing you craved the most?
Maybe you prefered not to actually have to take that decision.

You would probably take your time to think about your true desires, your own deepest aspirations, so you wouldn't rush into a bad guessing, and therefore losing this once in a lifetime opportunity.
A thoughtful mind would probably want to take years to make that call.

Going deeper... Would you want that thing that much if you knew you could achieve it by telling it to a genie who would make it happen effortlessly?
If so, then, telling the genie what you wanted would make you want it less. Thus, the wish wouldn't came true.
Therefore, has the genie ever granted a single wish? Maybe they all have been underestimated, then declined.

CHOICES. That part of the deal of growing up that may be a double-edged sword.

The truth is that you don't have to deal with a genie to encounter such complications concerning the consequences of your choices.
This is life: decisions that give rise to consequences.

And, too often, among this consequences one can foretell the loss of something.

LOSS. Loss is fearsome.

What a terrible feeling can be the feeling of knowing you may lose something valuable if you make a bad decision. There may be great factors at stake.
Yes; loss is fearsome and terrible. It can be the sadest thing on Earth.
Yet loss is inexorable.
Sometimes win and success can only come when attached to some kind of loss.
But, in what degree one win can balance in account for a loss? Who are we to decide what's better?
The answer to that question is 'everything'. We are everything that takes to decide. No one else, but ourselves, can decide for us.

Loss is what gives choice its tricky, yet solemn significance.
Would we appreciate in full the concept of light, in its meaningful little nuances, if darkness didn't exist?

In our choices, there is always the possibility of darkness.
But that does not mean the best path to follow is not to choose; we must contemplate the darkness within the consequences of our decisions.
This gaze of the wicked possibility of taking the wrong choice must not dampen our decisions, but make them meaningful.

We have to be able to see the light that scatters loss' darkness.
We have to be able to choose, and choose accordingly of what we want.
Just as if a genie offered us this huge world of possibilites; full of darkness; yes. But full of light, and life as well.
We have to be able to know ourselves, and know better than anyone what do we pursue.

Through knowledge, darkness scatters, and light fades in.
Through knowledge, comes rightness.

Ctrl+Z

Se suele decir que la vida real es mucho mejor que la que tenemos detrás de las pantallas.
Normalmente no rechazaría esta opinión, pero a veces encuentro que al mundo tangible le faltan algunos añadidos que son demasiado útiles como para dejar escapar.

¿Dónde está mi Ctrl+F para buscar algo que sé que he visto pero no sé dónde, de entre las 900 páginas de un libro que sé que he leído?
¿Dónde está mi Ctrl+C - Ctrl+V para repetir tareas monótonas?
¿Dónde está mi Save as... en los momentos en los que debería acordarme de algo importante?
¿Dónde está mi Screen Capture cuando quiero guardar en mi memoria tu cara frente a la mía?
¿Dónde está mi Ctrl+Z cuando he cometido un error?
¿Y mis backups, cuando quiero volver a tal y como era mi vida antes?

No sé, cierto es que no podemos tocar la piel de nuestra persona más querida ni ver la profundidad abisal de los ojos de las personas...
Pero, ciertamente, la vida necesita unos upgrades.

Versos de una noche soleada

En un mar seco
me encuentro, y me pierdo
por las laderas llanas.
Me pregunto, y siento
que siento lo que digo;
y si digo lo que siento,
como un fuego tibio
o un cálido hielo,
merezco lo que no quiero,
y recibo lo que no pido.

Y es que en esta clara indecisión,
no cuento lo que cuenta,
y me descuento en lo prohibido
que se encuentra en lo invisible:
Estos libros sin letras
que sin poder abrirlos,
leo sin ojos ni vista.

Demasiado severo para perdonarme
con mi debilidad me castigo:
Sin las riendas de mí mismo,
como caballo apolíneo
y con poder desbocado,
en el mar seco me precipito.

Sonrisas en la oscuridad

Abrió los ojos.
Pronto se dio cuenta que la oscuridad era tan absoluta que la diferencia entre tenerlos abiertos o cerrados era nula.
Sin embargo, tenía certeza de lo que estaba mirando. Entre sus brazos entumecidos por un sueño ausente podía sentir el calor reconfortante de ella.
Sus ojos transgredían la oscuridad, y la miraba dormir; pues aunque la luz no era bienvenida, sabía perfectamente cómo era su cara mientras dormía.
La imaginó en su sueño reparador; tenía la expresión de quien duerme haciendo caso omiso de las contrariedades de la rutina, de quien crea un nuevo día mediante una noche soñadora, de quien deja el mundo terrenal para ir a un lugar mejor que se desvanece al despertar.
La imaginó en su sueño reparador, y sonrió. Sonrió con esa sonrisa que nadie puede ver, bajo el pesado manto de una pesada oscuridad que envuelve todo, protectora, con esa magia de quien sonríe para nadie, sin saberlo y sin ocultarlo: La sonrisa en la oscuridad.
La imaginó en su sueño reparador, sintiéndola entre sus brazos.
Y cerró los ojos.

Flying in a Blue Dream

What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed? And what if, in your dream, you went to heaven and there plucked a strange and beautiful flower? And what if, when you awoke, you had the flower in your hand? Ah, what then? - Samuel Taylor Coleridge
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