Me gusta decir almendra

Es bien sabido que en toda secta, seminario, sindicato, comuna, cooperativa, montón, agrupación o conjunto de frutos o frutos secos hay siempre y en todo caso, un individuo que se acaba calificando de "malo".
Busca bien en tu bolsa de Churrucas recién comprada, hay una pipa mala entre las más o menos buenas.
No, no es discutible; es una constante vital, un axioma.
Éstos son elementos infectos, incomibles, indeseables y nauseabundos, que por estos mismos atributos merecerán una mueca y un "estaba mala", con posibilidad de esputación del mismo, ya convertido en una masa aún más, si cabe, infecta, incomible, indeseable y nauseabunda.

En el momento de escribir esto estoy comiendo almendras crudas. No las saco de su cáscara-armatoste-armadura natural (ésto), pues ya se encuentran libradas de ello, listas para ser degustadas.
Las almendras crudas me parecen más agradables al paladar que las almendras tostadas, y por eso entiendo que marcas de champús quieran usar sus aromas y propiedades en algunos de los productos de sus líneas.

El caso es que, probando el axioma, he identificado, ya en mi boca, una de las temibles almendras malas.
Querría evitar en este punto cometer el error de parecer sentencioso e injusto ante la almendra, pues, teniendo en cuenta lo mala que podría haber sido, no era especialmente mala. Gracias por eso, almendra mala.
No era, en cualquier caso, buena; así que mala será su denominación.

En su maldad debo distinguir unos tintes, unos detalles y contrastes; pues la almendra no estaba podrida, sólo más verde que sus distinguidas hermanas ya sacrificadas por el bien común (o séase el mío; son almendras, no van a solucionar bienes mucho más elevados que éste; seamos realistas), así que sólo tenía un sabor poco tolerable, amargo e intenso.
Lo que me ha llamado la atención no ha sido el proceso de encontrar una almendra mala, pues no es ya, a estas alturas, una sorpresa; sino el hecho de que el sabor de ese particular fruto seco no maduro me ha llevado directamente a la reminiscencia del champú o gel de ducha de almendra.

¿Por qué la almendra mala, la que sabe mal, me ha recordado a otros productos basados en almendras, y no las otras, las que eran perfectamente disfrutables?

Johnson's, ¿es que usas almendras malas para dar esencia a tus productos?
Palmolive, ¿son acaso las almendras malas, las verdes, las de mal sabor, las más buenas para nuestra piel?
Petit Marseillais, ¿no nos quieres lo suficiente para usar almendras buenas de verdad?

¿Son las almendras malas las buenas en realidad, y todas las que nos comemos son las que no son aptas para aplicar a nuestro sacro cuerpo en forma de viscosidades purificadoras?

No puedo dejar de pensar en la almendra mala como la élite almendril, como el 1% de las bolsas de Torra, como un regalo, una concesión divina, un privilegio.
Aún así, también pienso en ella como la almendra paria, la almendra homeless, desagradable y vil.

¿Quién establece la línea de lo estándar: la masa de normalidad, o el tuerto, rey de ciegos?
Quizá los daltónicos no sufren de un defecto, sino que los no daltónicos padecen de percibir el mundo mediante una visión gregaria y noventa-y-nueve porcentista.

No estoy seguro de si la aparición de este fruto elegido ha sido un suceso tremendamente bueno, o tremendamente malo; pero de lo que sí estoy seguro es que ha sido tremendamente algo.


Se han acabado las almendras.
He dejado una que tenía una forma rara.
No esperarán que me coma esa...
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