Ojos verdes (nombre provisional)

- Señor, no puede facturar más de 34 kilogramos de peso. Son las normas de la compañía.

- Vamos a ver, señora… Williams – Dije mirando la tarjeta de identificación que colgaba de la chaqueta azul marino de la rechoncha mujer del departamento de facturación.

- Llevo una maleta que pesa 35 kilos, ¡35! ¡Un número que se acerca peligrosamente a 34! No creo que por 1 kilo más el avión vaya a estrellarse, o algo así.

- Pero la agencia no lo permite.

- Y si yo fuera la agencia no permitiría que alguien tan incompetente como usted trabajase de cara al público. Ni tampoco subirse a un avión, ¡oiga!

No estoy en contra de la gente con sobrepeso, ni mucho menos. Pero estaba en el aeropuerto de Nueva York intentando facturar mi equipaje de 35 kilos mientras el avión que tenía que tomar en menos de 3 minutos estaba a punto de salir.

En un arrebato de desesperación, me puse la mano en la cabeza, resoplando y mirando a mi alrededor buscando la salvación de aquella pesada señora con traje.

Y entonces la vi.

Era una chica preciosa. Tenía unas largas piernas que iban des del suelo hasta una cadera lo justo de ancha para una falda sencilla de color verde que hacía juego con sus ojos. Sus ojos, ¡ay, sus ojos! Fueron mi perdición.

Unos ojos profundamente verdes. Verde oliva, para ser más precisos. Y preciso fue el golpe que me causó esa chica de ojos verde oliva.

- ¿Querría usted dejar de babear y escucharme?

Era la “amable” señora Williams, que rompía la sensual magia que me rodeaba entonces. Le hubiera retorcido el pescuezo hasta que sacase el cuervo que llevaba por corazón.

Se ganó que la ignorase por un tiempo más.

La chica de pelo castaño ligeramente ondulado y de curvas sinuosas parecía algo perdida. Miraba alrededor como si buscase algo. Y en su búsqueda visual topó conmigo, que aún la miraba con cara de bobo.

En ese momento de miradas cruzadas, que duró poco más de una centésima de segundo, el cerebro dejó de dar órdenes al cuerpo. Sólo lo justo para rezar para que no me hubiera visto, porque apuesto a que tenía la cara derretida encima de mi pecho y mi pecho derretido en el suelo. O lo que es lo mismo, estaba enbobado mirándola. Y no creo que diera buena imagen.

En el tiempo que estuve en mi mundo multicolor de felicidad y amor, la dependienta de facturación, la simpática señora Williams, ya se había cruzado de brazos mirándome con cara de Rotweiler al que le han pisado la cola.

- Le doy 100 dólares si deja de molestarme con los malditos 34 kilos y me deja facturar tranquilo…

La cara de la señora Williams se iluminó dejando paso a una expresión de suma simpatía y afabilidad. Por suerte la comida no era lo único que le gustaba a la mujer.

En el tiempo de discusión y de pérdida de saliva por mi parte, ya se había formado una cola espectacular detrás de mí, y toda ella me clavaba sus miradas como lanzas envenenadas lanzadas por chimpancés esquizofrénicos.

Me deshice de mi equipaje y salí de la cola, que aún seguía mirándome bastante mal.

Busqué a la chica de ojos verde oliva, pero se había volatilizado.

Maldije a bastantes cosas maldecibles, entre ellas mis huesos y la señora Williams, tan amable con un fajo de billetes sobre el mostrador.

Me dirigí algo abatido hasta mi puerta de embarque, no sin aligerar el paso.

Fui chocando contra mucha gente antes de llegar a mi destino, y mi maleta de mano me seguía de cerca, chocando contra más gente aún.

Llené el cupón de malas miradas al entrar en el pequeño avión.

Algún gracioso gritó “¡Aleluya!”, y prosiguieron murmuros varios de todo el aeroplano.

Tocaba buscar asiento. De premio por llegar el último y retrasar unos minutos el avión, el peor asiento que podía existir en el aeropuerto. Gracias, mundo.

Me abroché el cinturón y lo puse a mi medida. ¡Qué bien¡ La hebilla estaba medio rota y se desajustaba al minuto.

- Da igual, si tenemos un accidente aéreo vamos a morir todos, tengamos o no puestos los cinturones. Estos cacharros son maléficos.

El avión constaba de cuatro filas de asientos, con el pasillo en medio. Me tocó una silla de la fila de la derecha, tocando al pasillo, a la altura del ala del avión.

Sin dejar de estudiar la hebilla me dirigí a quien quiera que me hablase:

- ¡Qué optimismo, qué alegría, qué tesón! Si tenemos un accidente ya sé a quién guiñarle el ojo primero.

Levanté la vista hacia mi izquierda, al otro lado del pasillo, para conocer la procedencia de la voz que me animaba delante de un poco probable accidente.

Era una viejecilla con cara experimentada y marcada por arrugas que parecían cuevas paleolíticas. Daba la sensación de que si se le estiraba la piel aparecería algún que otro bicho de entre las deformidades cutáneas.

Aún y así, tenía un aura de apacibilidad, como la mayoría de viejecillas que dicen este tipo de cosas. Una imborrable sonrisa y sus consecuentes arrugas de expresión ayudaban a dar esta impresión de ternura.

Le sonreí amablemente y ella se echó a reír.

- ¿A dónde se dirige, joven?

- Si no me he equivocado de avión… voy a Helsinki, al encuentro de un viejo amigo. ¿Qué se le ha perdido a una dama como usted en la capital finlandesa?

- Nada, chico, nada. Era el primer avión que salía cuando vine al aeropuerto. Voy a la aventura, a viajar, a conocer mundo.

Me fijé en el ropaje de la viejecilla. Tenía una pinta de excursionista indisimulable.

- ¡Qué intrépida, usted! Y parece que no le preocupan mucho los accidentes de avión.

- Mira, chico, en estos cacharros tienes muy pocas posibilidades de tener un accidente. Lo cual me tranquiliza. Pero si tienes uno, tienes, también, muy pocas posibilidades de salir indemne. Lo cual me es bastante igual, todos moriremos algún día.

De mayor quiero ser como esa mujer.

- Vaya, vaya, bonita filosofía de vida.

- ¡Claro, hijo! Deberías probarlo, viajar sin rumbo fijo es realmente apasionante.

- Espero hacerlo, señora, espero hacerlo.

En el rato que llevábamos charlando con la mujer, el avión ya estaba en el aire. Al ser pequeño, el despegue no se hizo notar excesivamente.

- El vuelo con destino Helsinki ya está en el aire. Pueden desabrocharse el cinturón, y recuerden, está prohibido fumar dentro del avión.

Era la azafata, que recitaba su poesía una vez más. Me puse los auriculares que había en el reposabrazos y me dormí al poco. La verdad es que me interesan bastante poco las salidas de emergencia que estaba señalando la asistente de vuelo. Como dijo la señora que tenía al lado, vamos a morir todos igualmente.

TO BE CONTINUED...?

11 persona(s) gritando:

Anonymous said...

Más te vale que la continuación no tarde mucho xD

Kekos said...

Ese texto lo hice hace ya un tiempo, pero nunca lo continué... falta de motivaciones, supongo.

Arnau said...

El texto está muy muy bien pero debe hacer alguna que otra corrección aeroportuaria jeje.
En EEUU las maletas no van por peso, van por bulto, y en el caso que fuera peso (Europa) son 21 kilos.
Por otra parte, un vuelo de EEUU a helsinki no podria nunca tener 4 asientos... tema de autonomia de vuelo de los aparatos, el mas pequeño capaz de cubrir esta distancia es el 747 y es de 3 + 3.
Salut!

[Eddy Designs] said...

Curioso Déjà vu.


Pd: Arnau, genial dato, o al menos práctico (yo no lo sabía).

[Eddy Designs] Don´t worry, be happy.

Laia. said...

Joder, quines ganes d'escriure.
Quan tingui ganes de llegir me'l llegiré! :D

Laia. said...

Ui, tranquil, que quan m'hi poso, m'hi poso :D
(És que ara tinc son xD)

Anonymous said...

son las 2:40 de la mañana y no me apetecia ir a dormir aun, asi que me lo lei.



PD: no esta mal...

aRoaa!* said...

Niiiiiiiiiiiiiiil!
cada dia em sorprens més...
molt original el text, sí senyor.
encara que m'ha costat pillar-lo, al principi, com ja té comentat.
"me clavaba sus miradas como lanzas envenenadas lanzadas por chimpancés esquizofrénicos." nil... em fas po.. :S
xDxD
esperu la continuació!!!

Gràcies Arnau per la teva aportació! una mica de "culturilla" no va malament!
avera si ens podem conèixer quan vinguis a l'escola!

mols petons!

p.d: nil! millora't!

aRoaa!* said...

d'acord.. el nil macaba de dir:

Kekos dice:
*mon germà
*no hi va
*xD
       <<    a. r. o. a.     >>          dice:
*joer
Kekos dice:
*el dimecres no hi anirà
*m'ho ha dit avui
*xD




noooooooo! io que et volia conèixer... :'(

Arnau said...

Que hi farem, el curru es el curru... i no puc agafarme el mati lliure.
Pero prometo que un dia pasare per l'escola, que tinc ganes de veure les profes que em van aguantar durant uns anys jeje

Elisabet said...

M'agrada. Llàstima que no tingui continuïtat!
Curiós, que sigui el teu germà el qui et corretgeixi.

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